En la madrugada del viernes por la mañana, el equipo argentino de la Copa Mundial regresó a sus instalaciones de entrenamiento en Bronnitsy, a pocos kilómetros de Moscú, en casi completo silencio, el funeral del estado de ánimo. Las esperanzas del país en la Copa Mundial pendían de un hilo: no de ganarla, sino simplemente de clasificarse para las rondas eliminatorias, de evitar una inmensa vergüenza.
Una aplastante derrota por 3-0 ante Croacia en Nizhni Nóvgorod el jueves dejó a Argentina en manos de otros para mantenerse con vida en el torneo: el entrenador del equipo, Jorge Sampaoli, y sus jugadores deben vencer a Nigeria en su último partido, y esperar que Islandia -la nación más pequeña en clasificarse para la Copa Mundial- no gane a Croacia.